domingo, 7 de enero de 2018

MARAVILLA en #soyxqsomos


(Sobre Wonder, la adolescencia, el arte y sus lecciones)


 You’re not alone, gimme your hands
‘Cos you’re wonderful, wonderful…

(Ziggy Stardust: Rock’n’Roll Suicide)

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Creo que la única razón por la que no soy normal
es porque nadie me ve como alguien normal.

(August Pullman)

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¿Normal? ¿Qué es normal? En mi opinión, lo normal es sólo lo ordinario, lo mediocre.
La vida pertenece a aquellos individuos raros y excepcionales que se atreven a ser diferentes.

(Oscar Wilde)

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And the stars look very different today

(Major Tom: Space Oddity)

La realidad, como ocurre en Wonder mediante esa técnica de narrador múltiple, es un juego poliédrico de perspectivas, dimensiones y planos totalmente subjetivos donde lo "normal" no es más que una convención. Una ilusión. Una esquirla de espejo del caleidoscopio cósmico. Un espejismo. Una celda configurada por el pacto social del momento. Una excusa cómoda para no pensar... De este modo, y también como en Wonder, la realidad puede convertirse en una trampa mortal de odio, burla, incomprensión, aversión contra aquellas personas que no se ajustan a lo normal. ¿Normal? ¿Y quién es normal? ¿Qué es normal?... Como dice Morticia Addams (entrañable freak): "Lo que es normal para la araña es caos para la mosca". Kurt Cobain (otro lindo maldito) ironiza sobre esta paradoja relativa: "Se ríen de mí porque soy diferente; yo me río de ellos porque son todos iguales".
Cobain, alma de Nirvana que sufrió y luchó contra la normalización nociva hasta el final. La música. El rock. El punk... Llaves para escapar de la prisión de la realidad. No es casualidad la importancia que R. J. Palacio da a la música en su libro, citando a Merchant (cuya canción da título a la historia), Aguilera, Magnetic Fields, Eurythmics, Bowie... David Bowie. Bowie y sus mil caras (entre ellas, la de Joseph Merrick, "el hombre elefante", o las del comandante Tom, Ziggy Stardust y "Little Wonder"). Bowie y la maravilla. El mensaje de Bowie, que Palacio suscribe más allá de la escafandra de astronauta de August y su complicidad con Miranda, es que somos hermosos. Sin más. Ni menos. En mitad de este mundo hostil y confuso, Bowie se disfraza de rareza espacial y nos susurra a gritos: "¡No estás solo! Dame tus manos… Eres maravilloso, ¡maravilloso!". Algo tan simple y vital. Algo que necesitamos escuchar. Sobre todo cuando eres adolescente (o aprendiz de adolescente, como Auggie) y el mundo se empeña en señalarte como bicho raro, friki, apestado, deforme... Y te muerden el alma.
La adolescencia. Ese lugar frío, extraño, incómodo en el que estamos condenados a mutar a solas y sin crisálida. Via, Miranda y Justin lo saben. El proceso de metamorfosis ya les ha alcanzado, más o menos de lleno, y cada cual lo lleva (o sobrelleva) a su manera. Auggie se ve obligado a aprender la dura lección de la adolescencia (y la vida) de forma acelerada, forzosa, brutal; la va a sufrir antes de tiempo, siendo sólo un niño (a manera de desprecio, acoso, juegos crueles, violencia física incluso, cuando en el campamento se topa con la "tribu" del instituto). De vez en cuando, hace falta que alguien nos diga que somos hermosos por el mero hecho de existir, porque esto ya es, en sí, una victoria constante contra el mundo "normal" (cruel) que nos venden los medios estandarizadores ("Todos vencemos al mundo", que diría August tras abandonar, al fin, su casco-crisálida).
Tampoco es casualidad que el director de la película sea Stephen Schbosky, delicado conocedor de la adolescencia y sus demonios (escribió la novela juvenil Las ventajas de ser un marginado y él mismo la adaptó al cine). Sabe de lo que habla. Sabe que la adolescencia duele y que los adolescentes son "héroes" (de nuevo Bowie sonando en aquella película). Sabe que la música acompaña, espanta males y salva vidas. Sabe que la realidad hiere y que el arte cura.
Pero no. August no está enfermo. No en el modo en que el mundo "normal" quiere hacérselo creer (las creencias erróneas que moldean nuestro ser, como la azarosa genética moldeando el rostro del niño). En este sentido, es el mundo el que padece una grave afección, y encajar en ese mundo (aunque sea el mayor deseo de Auggie) no es, precisamente, nada sano. No debería ser lo normal. Esta normalización anómala es la enfermedad, el peligroso malestar, la verdadera "peste". Normalización de la violencia (los docentes estamos demasiado acostumbrados a ella); violencia en todas sus facetas: verbal, física, psicológica, cibernética, simbólica, económica...; de carácter sexista, de exclusión, odio, humillación, intimidación, invisibilización, discriminación, banalización...; estereotipos, prejuicios, cánones, estigmas... Y este es el terrible escenario de una rutina tóxica que NO debería ser rutinaria, que NO debería ser tóxica. No es normal. La diversidad está en nuestra naturaleza humana. Lo común, lo enquistado, lo interiorizado a ciegas no es, necesariamente, lo normal. La carencia de ética NO es normal (no queremos que lo sea). El amor miserable NO es normal (no deseamos que así sea). La belleza sin ética ni amor no es belleza. Normal no es bello ni feo; no es felicidad ni norma ni nada. Es lo que a ti, aquí y ahora, te dé la gana (y la gana es algo muy importante, ¡importantísimo!). Esa es la valiosa lección de August, más rica en la lectura del libro, pero bien llevada a la gran pantalla, con agilidad, fidelidad y plasticidad. Con amabilidad.
Hoy en día, elegir ser amable es un acto punk. Una apuesta radical. La amabilidad, no entendida como docilidad o sumisión o pasividad o condescendencia, sino como amor al otro (empatía, simpatía, compasión, cariño, comprensión, consideración, solidaridad, compromiso, respeto, convivencia, corresponsabilidad...); y amor propio (asertividad, autocuidado, autonomía, dignidad, coherencia, aceptación, valentía, seguridad, paciencia, libertad, responsabilidad...).
Y amor al arte.
Hoy, inmersos en el ruido virtual, sepultados por la avalancha audiovisual, expuestos a la intemperie de una sociedad mercantilista y vacua...; hoy, aquí y ahora, elegir abrir un libro es un acto de suma rebeldía. Rebeldía amable contra un sistema grosero que nos quiere ignorantes, aturdidos, sin imaginación. Y en la imaginación nace todo lo que somos: la duda constructiva, el aprendizaje significativo, los mundos posibles, el pensamiento divergente, el cambio positivo, el autoconcepto, la conexión humana, la gestión de la emoción, el sentido crítico, la resolución valiente, el anclaje de la dignidad... La gana. Citando (¿un precepto más?) a Sven Birkerts: "En última instancia todo se origina en el yo privado, en el yo de una persona soñadora con un libro abierto en su regazo".
Así que elige abrir ese libro. O regálalo afectuosamente. O ve al cine. O escucha a Bowie en soledad o en compañía. Y baila. O pasea por un museo o una biblioteca. O pinta un paisaje interior, dibuja un dragón, fotografía el cielo. O escribe un relato, tu relato. O una canción rabiosa contra los que quieren arrebatarte los sueños y la ternura. O una carta de perdón, de amor, de agradecimiento... O haz lo que te dé la gana. Valida tu real y sagrada gana. Sí. Pero no olvides armarte de sensibilidad y cultura para combatir el embrutecimiento cotidiano. Resiste desde tu íntima libertad. Elige ser amable. Abraza la vida con todas sus complejidades y diversidades y contradicciones y colores y formas... Asume que eres un ser único e irrepetible en una realidad poliédrica, caleidoscópica. Y que por eso mismo (y millones de cosas más que rondan tu mente y tu corazón infinitos, y que no pueden expresarse con palabras) eres una persona bella. Como Auggie y compañía. Pura maravilla.

1 comentario:

  1. Gracias a ti por 'pararte' a leerme, y descubrirme la 'maravilla', y compartir (hacer posibles) experiencias cinéfilas tan estimulantes, y por elegir siempre ser amable en ese lugar de trabajo que a veces se nos torna tan... ¿ingrato?, ¿hostil? La suerte es mía, sin duda. Y el privilegio... Porque hay personas que irradian arte y son guarida: gracias por ser tú una de ellas, y estar aquí y ahora.

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